miércoles, 29 de diciembre de 2010

LA CULTURA DE LA INMEDIATEZ



Lo dijo Carlos Zannini: “Nos reuníamos todas las mañanas con Néstor, a leer y comentar las tapas de los diarios y luego decidir qué hacer”.
Ahora bien, la administración se divide en niveles de decisión: presidente, ministro, secretario, director… abajo se atacan los problemas urgentes y arriba los importantes, pero claro, hay que compartir el poder y así el ministro más exitoso quiere suceder al presidente. Con este sistema estamos complicados, presidente que pretende abarcar todos los niveles (fuerte): administración mediocre; presidente que pierde la confianza de sus subordinados, por vacilaciones y contramarchas (débil): mismo resultado. Y así acumulamos soluciones disparatadas, que llevaron a renuncias presidenciales: la guerra de Malvinas, dejar que la inflación se transforme en híper, convertibilidad uno a uno con el dólar para siempre. Ahora Cristina, que dejó de ser presidenta protocolar, recibió lo “suyo”, que por ahora está tapado por “el yuyo”, que es la soja. El fútbol para todos (es decir, a pagar entre todos), gas y electricidad en otoño y primavera, “los nuevos derechos” a cortar calles, rutas, puentes y a ocupar terrenos, son algunos de los problemas actuales que pueden desembocar también en soluciones disparatadas.
La cultura política es el resultado de la interacción entre los líderes que emergen de las organizaciones (partidos, sindicatos y asociaciones civiles y comerciales) y la construcción de la opinión pública, la cual se forma con la percepción de las imágenes, conductas y acciones de los primeros. Luego, hay que agregar el efecto de los intereses contrapuestos, alimentados por recursos escasos y necesidades infinitas, que pueden oscilar entre la guerra civil y los pactos de convivencia. Finalmente, incide la tendencia muy humana de la repetición de las acciones y conductas exitosas. Es de nuestra particular matriz social, la ausencia de sanción social para hechos flagrantes de corrupción sobre el erario público, el abuso de los bienes públicos y la falta de transparencia en el manejo de las cuestiones públicas y la falta de compromiso con las instituciones republicanas. Esto nos lleva a recaer en el personalismo político: alfonsinismo, menemismo, duhaldismo y kirchnerismo. No tendremos soluciones fáciles, pero vale la pena intentarlas.